miércoles, 13 de marzo de 2013



Noche...

... encendiste muy alto las estrellas
y suavemente desciendes a la tierra.
Vienes a prolongar el territorio de mi forma
puedo sentirte maternal, amiga
porque tu mano en la brisa
me acaricia la frente, 
aligera el peso de mis brazos y quiere
compartir la callada agonía de nacerme.

Suavizas el contorno duro de las cosas,
vuelves mansos los fantasmas que aparecen
a contraluz, en los recodos de la mente.
Yo regreso de ausencias. Tú me esperas siempre
con una voz de grillos cortando tu perfil
de luna en creciente.

En el cuenco de mis manos conservo
un día fatigado que entrego
a tu ternura. Mécelo como a mí
en tu regazo profundo
primitivo
vigente.





Tiempo de soledad

Por mi nuca desciende la soledad entera.
Reconoce la espalda que una vez, supo
que el mundo entero sucedía dentro.
Me queda un tiempo de cristal.
Y un miedo que viene de lejos
y ahora se ha puesto a la par.
Por mi nuca desciende en un lento arpegio.
Esta permanencia azul de sentirme viva
me enseña una forma distinta de mirar.

(Fuera de mí, todo sigue igual.
El reloj, en su sitio; la mesa; el pan
y el beso; en su lugar).